4.24.2011

7. luna

Tomó la pluma y un papel. Estaba decidido, le escribiría una carta. Quería decirlo todo, expresarle de puño y letra su sentir. Así, en papel, y es que aunque hace mucho no escribía de letra propia una carta, no importaba, tendría el placer de tirar a la basura esa sarta de sentimientos y recuerdos inservibles.

Solea,

Parece estúpido escribirte después de tantos años. Abrir de nuevo las heridas que me causé con tu partida. Revivirlas y gozar de manera grotesca la sangre que escurre de mi corazón. Lo que queda de mí corazón. No te he preguntado cómo estás. Me da miedo hacerlo; pensar que me puedes contestar esta carta y acercarte a mí, aunque sea a través de unas líneas ausentes. Aunque sea un deseo absurdo que puede ocurrir. Y es que los dos sabemos que no te enviaré este escrito.
No quiero aburrirte con más introducciones, así que lo diré así, sin más. La luna me sigue recordando a ti. Me da un poco de asco verla. Cuando la miro hermosa, allá en el espacio tan presente, me entra la nostalgia. Y aunque es el misma luna, ya no me sabe a la del año 2006.
Fue en febrero que me dijiste que te gustaba admirar la luna. Que te era inevitable, la luna llena te brindaba una atmósfera de felicidad. Y de verdad lo hacía, yo fui testigo de aquello. Solea, eras la mujer más feliz de la tierra. Tu risa, tu cabello, tu cara expuesta a la luz de la luna. Tus ojos verdes irradiaban vida, me daban calor. ¿Cómo puedo olvidar esa luna?
Por eso prefiero no mirarla, porque si lo hiciera, sería como contemplar tu dulce cuerpo y recordar el contacto de mis yemas con tu piel. Sería ver cómo mi mano recorría tu vientre y que me asaltara el mismo pensamiento fatídico –antes hermoso-: que bien se ve mi mano sobre tu cuerpo, como si desde siempre el mundo estuviese pensado para este instante, millones de años de universo quedando contenidos en contacto de la palma de mi mano con tu piel.
He de confesarte, no he vuelto a tocar piel más hermosa. No me he vuelto a sentir así. Por eso es que cuando veo la luna no me queda más que ponerme triste -triste y recordar.
Han pasado ya 5 años de eso. Tu piel sigue tan viva en mí, como si estuvieras aquí. Estoy maldito. Temo no poder olvidarte, dejarte en el pasado, arrancarte de mi memoria. ¿Qué a caso tengo que derribar la luna?
Ya no me enamoro. Al menos de otra mujer. Si me emociona alguien es porque te veo en ella. Me doy asco. Cuando lo descubro, me alejo, bastante daño ya me he causado como para que ande regando pedazos de un corazón que sólo puede ser prestado, porque, Solea, ése te pertenece a ti.
¿Sabes? El viernes estuve con una mujer. Retozábamos en la cama contentos. Luego tu recuerdo me invadió. Me transformé. Quería tocarte e imaginé que ella eras tú. Estaba a punto de estallar del enorme placer. Me detuve por respeto a la que tenía entre mis brazos. Pero no podía dejar de pensar en ti. Es estúpido, tuve que pensar en Napoleón Bonaparte para correrte de mis fantasías. Lo logré. Retomar de nuevo la acción no fue nada fácil. Ya no me podía concentrar. Al final, su mano me ayudó para poder seguir aquel inconcluso ritual de sudores y ponerle, como Dios manda, fin.
Ella dormía a mi lado. Yo no sabía qué hacer. Si hubiera tenido una cajetilla de cigarros me hubiera fumado uno, lento, y hubiera pensado en ti. Pero sin aquella cajetilla sólo me quedaba tu recuerdo. La luna era una luna nueva, restregándome en la cara tu ausencia. Pensé en levantarme e irme a la sala, no quería compartir mis sueños con una mujer por la que no sentía nada. Al final me quedé ahí en la cama para no despertarla y no despertar malos entendidos. No pude dormir.
¿Qué es lo que hace que te siga recordando con la luna? La esperanza de que tú también la estés mirando. Saber que comparto ese momento contigo, aunque tú no lo sepas. Sentir que ése es el único momento en que los dos posamos nuestros ojos en un mismo lugar. Por eso cunado me dicen “¡qué linda luna! ¿ya viste? ¡está enorme!” yo sonrío primero feliz, pensando en ti, y luego la forma de mis labios es reemplazada por una sonrisa maliciosa, una que sabe que me destruye por dentro, que entierra más mis sentimientos entre más pienso en ti.
Últimamente me ha ido muy bien en el terreno profesional. ¡Por fin veo frutos de lo que quiero llegar a hacer! Se puede decir que soy exitoso, o que lo comienzo a ser. Pero yo sé que esto es sólo el principio, que todavía me falta un largo camino por recorrer. Y es aunque pienso llegar a mi meta en pocos años, me tranquiliza y llena que la gente ve en mí materializarse el potencial que siempre profesaron de mi persona.
Yo sé bien que lo que hago ya tiene un poco de podrido. Y es que espero alcanzar el éxito para que un día tú me veas y sorprendas de lo que alcanzado. Vivo con la esperanza que llegado ese momento, te detengas me mires a los ojos, no sepas si sonreír o no, se te escape una lágrima y me abraces. Entonces yo tomaré tu cara con mis manos y volveré a sentir que el universo fue creado para ese instante en que nuestras pieles se encontraron, y todo Solea, todo estará bien.

Tomó la carta, la leyó una y otra vez. Cuando se cansó de mirarla fue hacia la cocina para tirar el escrito. No pudo.
No fue sentimentalismo ni tampoco un súbito deseo de mandarle la carta. André estaba podrido. Vio en su carta tal perfección que prefirió publicarla y vivir, ya no de amor… sólo vanidad.

4.17.2011

6. Manifiesto personal

Y es que aunque lo hago con frecuencia, me da miedo soñar. No es el hecho de soñar, es el hecho de regresar jamás, de perderme en mis fantasías. ¿Qué sería de mí? ¿De mi cuerpo real? ¿Acabaría en un psiquiátrico? ¿O deambularía errante como indigente sin rumbo? ¿Importaría si de verdad estoy sumergido en mis sueños? Son preguntas estúpidas. Lo sé. Y sé que no soy el primero ni el último humano en pensarlo, en meditarlo. ¿Qué más da que otros ya lo hayan hecho? Aquí y ahora importo yo (si es que aquí y ahora existen) (digamos que sí, que existen). En realidad es absurdo preguntar cuestiones que no quiero descubrir. Porque tendría que vivirlas. Emborracharme de mis sueños, tirarme al vacío como lo hicieron Léolo y Sumire y como tantos indigentes sin nombre pero que no fueron producto de la imaginación de poetas o escritores.
Y sin embargo, lo quiero. Me seduce el incesante mundo de mis deseos. Todas las ciudades que he construido, todos los amores que he vivido, todos los recuerdos de la vida terrenal que he exportado a mi mundo personal, todos esos recuerdos que he idealizado y que chupan un poco de lo que soy y nutren la nada de la irrealidad.
Y entre todos esos recuerdos se encuentra ella. Ella que no es otra que un invento de mi corazón. Que fue de verdad, que existe en esta tierra y que vive ajena a lo que yo he creado a partir de ella. Ella que alguna vez volví a encontrar y que me resultó tan no-ella. Era la misma que había conocido, pero era otra la que yo había construido en mis fantasías después de llorar 45 días con sus noches. Desde aquella tarde que me plantó, que decidió que lo nuestro no convenía siquiera, llegar a ser. Desde ese entonces soy otro, lo sé. Hay un antes y un después. Y aunque es una tontería que una persona (o la idea que tienes de la persona) tenga tanto peso en el destino que tomas… te es inevitable.
Ahora no sólo me da miedo el fracaso, también la intimidad. Camino buscando amor, pero evitándolo a toda costa. Me gusta jugar a que me enamoro. Me gusta hacer reír a las mujeres, divertirlas. Acariciarlas. Me gusta creer que se pueden enamorar de mí. Saber. Y alejarme, no dar el último paso, ni el paso anterior. Me gusta sentirme seguro; evitar la intimidad.
Y es entonces que me echo un clavado a la alberca de mis sueños. Imagino lo felices que podríamos llegar a ser, con ella, con otras. Pero no concibo imaginar despertar ni con ella ni con las demás. Me encuentro solo. Y no me asusta. Sospecho que me gusta, que lo disfruto. Saber que nada ni nadie se interpone en mi camino, en mi objetivo. En alcanzar mis sueños personales, mis metas. En obtener el reconocimiento y compartir con el mundo lo que hago. Con el mundo… pero no con alguien en particular. Y es ahí donde ya me da miedo. Realizar que has cruzado la meta y no tener aquella cómplice que durmió y despertó contigo y vivió todo ese camino al éxito. Éxito que se vuelve ficción, porque sé bien que la satisfacción se disolverá en un instante y buscaré otro objetivo o tal vez termine por embriagarme, por darme un pasón de mis sueños. Quedar en estado catatónico atrapado en ese mundo perfecto que yo creé para mí, para no tener que soportar la continua desilusión que me gustaba alcanzar; para no tener que soportar (absurdo o no) el sufrimiento diario de humanos que sin conocer afectaban mis sentimientos.
¿Se puede ser feliz? Lo soy. Mas ya no distingo si es porque en mi universo mental he creado tales historias que confortan el alma y apagan la mente; o si de verdad tengo todo lo que quiero en mi vida… al menos por ahora.
Se me podrá acusar de contradictorio, que no hace sentido lo que escribo y que con cada párrafo anulo la premisa del anterior. Soy humano. No es justificación. Me gustaría ser congruente y sin embargo estoy seguro que el día que lo sea me aburriré de mí mismo, de mi perfección robotizada. Me convertiré en un Alfa, de esos seres que Huxley describe en Un mundo feliz. Viviré en paz con la sociedad, careciendo de poesía y demás pretextos, pero sobretodo, ausente de mis sueños y fantasías.
Y es que ¿a quién no le gusta imaginar? ¿a quién no le gusta jugar con la posibilidad de que sonará el timbre del departamento? Sonará y será ella. Me sonreirá, no dirá nada. Se sentará junto a mí, recargará su cabeza en mi hombro y respiraremos el uno del otro. Entonces se sentirá la bella atmósfera de la complicidad.
Y es aquí donde me detengo.
Porque aunque no se me puede acusar de jugar con las fantasías, se que si sigo, caeré en una sobredosis. Y entonces me perderé para siempre. Viviendo esa bella imagen, engañando a mi cuerpo, seduciendo a mi corazón.
Prefiero mantenerme a raya, aunque me cueste. Y es si bien podría escribir cientos de páginas sobre mí, sobre ella… y es que si bien podría escribir novelas enteras… sólo me estaría exponiendo, acercándome cada vez más al precipicio, al agujero negro de los sueños. Basta.

4.04.2011

5.

Lo que tengo que decir es sencillo. La amo. La amo aún.